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Con esto no se esta diciendo que los antibióticos no tengan lugar en el proceso de cura. Lo tienen, pero deben utilizarse con moderación y precaución. Se deben tener en cuesta sus efectos secundarios. Sus consecuencias a largo plazo pueden superar cualquier beneficio inmediato y temporal.
Bacterias resistentes a los antibióticos
Los antibióticos son la razón por la que existen cepas de bacteria resistentes.
Cuando se utiliza un antibiótico, miles de millones de bacterias mueren, pero pueden que unas pocas sobrevivan. A la larga, estas pocas pueden multiplicarse hasta ser miles de millones de bacterias resistentes o inmunes al antibiótico que estimulo su creación. Algunas de esas cepas son tan agresivas que pueden causar la muerte.
En respuesta, las compañías farmacéuticas siguen desarrollando antibióticos nuevos y mas poderosos, pero que nos mantienen en una espiral de desarrollo de nuevas cepas de bacterias resistentes.
El motivo por el que las bacterias se pueden volver resistentes a antibióticos específicos es que la composición química de estos medicamentos es idéntica en cada producto. A la calidad homogénea de un producto se le conoce como "pureza farmacológica", que es el orgullo de las empresas farmacéuticas. Quieren que los médicos sepan que año tras año seguirán teniendo exactamente el mismo químico, con exactamente el mismo resultado. Por otra parte, para procesos de su investigación científica es indispensable eliminar la variabilidad química del producto que se investiga. A algunos científicos y médicos no le gustan someter a prueba cosas como los aceites esenciales, por que estos introducen una variable incontrolable a la ecuación.
Desafortunada mente, la pureza de los medicamentos sintéticos es su talón de aquiles: debido a la previsibilidad y homogeneidad de cada antibiótico especifico, las bacteria a la larga aprenden a reconocerlo y se adaptan volviéndose resistentes.
Los aceites esenciales no pueden ser patentados para así dar un monopolio redituable a las farmacéuticas. Los aceites esenciales son como los vinos finos: por más que se les cultive en los mismos campos, el resultado cada año sera ligeramente diferente. Además, los aceites cultivados en distintos países con distinto suelo y clima pueden variar mucho pese a ser de la misma especie de planta.
Con un producto cuya química nunca es exactamente la misma, las farmacéuticas no pueden lograr su pureza homogénea, y el médico no puede saber que el aceite que usa es químicamente exactamente igual al del mes pasado. Además los estudios controlados con parámetros médicos no pueden efectuarse con aceites naturales porque nunca se encuentra exactamente el mismo material químico.
Esta impredecible variación en la composición de un aceite, tan indeseable y desventajosa para la farmacéutica, es una de las mayores ventajas de los aceites esenciales. Debido a su imprevisibilidad , las bacteria nunca pueden aprender de que manera pueden resistirse a los aceites esenciales. Por lo tanto no pueden volverse inmunes a ellos y jamas podrán crear cepas resistentes.
A lo largo de la historia los aceites esenciales han servido a la humanidad para combatir bacterias, virus y hongos, en Egipto e Israel miles de años atrás, son igualmente eficaces en la actualidad. Su eficacia no a disminuido ni disminuirá, ni siquiera en miles de años.
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